28.7.05

Del Color del Guiri

Por desgracia se acabaron las vacaciones de este que suscribe y me veo de vuelta en el foro. Poco comentaré de ellas, para no suscitar envidias, aunque no puedo dejar de comentar, por tenerme maravillado, la profusión de variedades cromáticas por las que atraviesa un guiri de esos que abundan merodeando por la costa.

El proceso (cuidadosamente observado desde la sombra de una terraza) comienza cuando el guiri, al que desde ahora conoceremos con el sobrenombre de “el finlandés”, se apea del transporte público, perfectamente pertrechado para un día de playa, con sus sandalias (sin calcetines esta vez), bañador, camiseta “espíritu olímpico”, toalla playera, gafas de sol y bolsa de afeites (atento a este detalle).

Nuestro “finlandés” desprecia olímpicamente las tumbonas y sombrajos estratégicamente situados con lúdicos fines en la segunda y tercera línea de playa y se dirige directamente al borde del agua, donde extiende su toalla sin que en su rostro aparezca ningún signo que demuestre estar turbado por no participar en el bienestar económico de los lugareños. Procede a quitarse la camiseta. Sorpresa. Todos los presentes (y sobre este particular tengo incluso declaraciones juradas de los allí presentes). Vemos que “el finlandés” es transparente. No blanco, no. Transparente. Le vemos las venas, el hígado, los riñones y algún que otro trozo de tripa. Son las 0950.

Se sienta en la toalla y saca de su bolsa de afeites una serie de ungüentos con los que cubre completamente su cuerpo. El grosor de la capa es de un dedo. Acaba de pasar de transparente a “Blanco Nivea”. Son las 1000.

Mira a un lado y a otro. De modo particular fija su visión en unas jóvenes locales, de impresionantes mamellas, que hacen uso omiso de la parte alta de sus bikinis, y por el tono que alcanzan, se ve que no es la primera vez que en este año realizan este menester. Espera un poco. No se decide por el baño. Entre tanto, los niños que corren por esta playa, el movimiento (algún día tendremos que hablar sobre esto) con el que la gente sacude las toallas y alguna que otra ayuda del viento (que digo yo que ayudaría), han ido cubriendo su cuerpo poco a poco con una fina capa de arena, de modo que a las 1045 nuestro intrépido turista se ha mimetizado completamente con la arena. Un nuevo color. Apenas si le distinguimos por los bordes de la toalla sobre la arena.

Se ha decidido. La arena le ha convertido en un verdadero horno y ahora sí quiere darse un baño. En dos zancadas se mete en el agua. Apenas si está un momento dentro. El tiempo justo para que un lugareño le levante la cartera y meta las narices en la bolsa de los afeites, que deja sobre la toalla con el contenido completo. Como decía, regresa. Parece que el efecto horno de la arena sobre los afeites lo ha dejado completamente blanco. Son las 1050 y nuestro protagonista parece un vaso de leche.

Continúa con la observación de las jóvenes locales. Extrae de la bolsa de los afeites un nuevo producto con el que se cubre la nariz. Parece que sus hombros comienzan a tomar un rosado aspecto que se degrada a lo largo de la espalda. Se levanta. Va hasta el seto que bordea la playa. Coge una hoja y se la pone sobre la nariz. Los afeites la mantienen en su sitio. Son las 1130.

Nuestro “finlandés” se levanta. Está algo agitado. Su color ahora es “rosa cerdito” (dicen que el cerdo es el único animal rosa, quizá por eso hay tanta moza acompañada de ellos). Acude de nuevo al paseo marítimo. Llama a un policía. ¿Qué pasa? Claro. Acaba de comprobar que los locales le han levantado la cartera. Son las 1230.

Vuelve a la toalla. Mete y saca los pies de la arena. Coge puñados de arena y los deja caer por el hueco de la mano. Parece tristón. Tal vez cabreado. Mira a su alrededor. La joven de abundantes mamellas se ha ido al chiringuito playero, a ver si consigue una salmonelosis. El iría, pero los locales le han dejado como el gallo de Morón. No creemos que aguante mucho. En efecto. Se levanta. Coge la camiseta. Su color es ahora rojo “gamba cocida”. Son las 1400 y parece que le queda un buen trecho andando hasta casa. Mira tu no saber eso de nadar y guardar la ropa…