8.8.05

DISCUSIÓN PLAYERA

Este fin de semana, en el incomparable marco de un chiringuito playero, acompañados de los clásicos Gin-Tonic de las five o’clock, Chema, “El Pingüino” y Pepillo, “El Monaguillo”, llegaron a la conclusión de que, por corrección política, había llegado el momento de dejar de llamar a los maricones de playa por su nombre y era necesario buscar otro término para nombrarlos.

Tres gin-tonics después, decidimos subir nuestras conclusiones a la web, y aquí las tenemos:

“El Pingüino” aporta el término “cerolo”, pudiendo realizarse las siguientes transformaciones:

Cerolada por mariconada

Cerolera por mariconera

Cerolo por marica y

Cerolón por maricón.

Por el contrario “El Monaguillo”, desde una posición más religiosa, aporta la voz “nefandero”, por aquello de los partidarios del pecado nefando, obteniendo de este modo:

Nefandón por maricón

Nefandita por mariquita

Nefanditera por mariconera y

Nefandada por mariconada.

Suponiendo que en poco tiempo tendremos que modificar los diccionarios para erradicar la burda expresión sobre la que hemos hablado, se aceptan propuestas y se invita al uso de estas expresiones para conseguir, entre todos, su incorporación en el diccionario de la RAE.

4.8.05

Se van de vacaciones

Ya vuelven de vacaciones (mejor dicho, ya volvemos de vacaciones; mejor aún, ya he vuelto de vacaciones) y miramos con envidia a los que se van, pues, hay que decirlo, las vacaciones saben a poco.

En la oficina todos andan con la mirada ausente. Les cuesta concentrarse. Unos, los que se van, no paran de moverse en la silla. Tienen el “Baile de San Vito”. Son aquellos a los que “le huele el culo a algas”, según uno de nuestros más clásicos “locales”. Los demás, no son capaces de concentrarse porque pasan horas y horas entretenidos en quitarse los pellejos de los brazos.

Escarban, hurgan, tiran de ellos, miran al trasluz la delgada capa de piel y, con sumo cuidado y cara de asco, lo tiran a la papelera. Entre tanto, los que “les huele el culo a algas” miran, con evidentes deseos de convertirse en leprosos, atentamente, la operación.

Lo cierto es que, en ese momento, lo que da cohesión al grupo es la envidia. La envidia y el café de la máquina.