19.9.05

Por qué el ponente no ha de quitarse la chaqueta en las presentaciones...


La pasada semana, acudí, en compañía de otros compañeros y alguna que otra princesa a una presentación que una conocida empresa germana realizó sobre algún conocido tema de comercio electrónico.

La presentación, muy cuidada (debemos decirlo). La compañía, inmejorable (también hay que decirlo). La sala, cómoda. La conversación, amena. Los conocimientos del ponente, amplios, como debe ser, y en general un ambiente de concordia y colaboración (vamos, que aquello parecía la alianza de civilizaciones).

La reunión iba por buen camino cuando sucedió lo inimaginable. A una de nuestras preguntas el ponente respondió con cierto nerviosismo, por lo que incidimos en la pregunta y en sus consecuencias. Armose nuestro ponente de valor y por un momento quitose la chaqueta, dejando a nuestra vista un par de húmedos cercos que nos hacían pensar en “rugientes alerones”.

Podéis pensar lo que queráis, pero para mi que el pobre hombre perdió todo su poder de convicción.